Fútbol sin filo en el Bernabéu…
¡Atención, terrícolas! Parece que nuestro Real Madrid ha decidido matricularse en el curso intensivo de cómo no ganar LaLiga. Contra el Valencia, los blancos decidieron que esa cosa peluda que llaman «hambre de victoria» era mejor dejarla en la nevera. Y ojo, esto no es un spoiler: ya contra el Leganés y el Rayo Vallecano anduvieron coqueteando con las profundidades del pozo, como si fueran exploradores del subsuelo. Pero claro, la cuerda se rompió con otro show de «soporíferas acrobacias» en su propio estadio.
El pobre Fran González debutó entre cesiones tan peligrosas que parecían hechas para una peli de acción, cortesía de Rudiger y Lucas, que al parecer querían ver a los fans del Bernabéu al borde del infarto. La grada pitó como si fuera el concurso del pavo más ruidoso, esperando una remontada épica que nunca llegó. El Barça, mientras tanto, parece que desayuna un desayuno de campeones repleto de ansias de victoria, comiéndoselo todo como si estuviera en un bufé libre, dejando al Madrid con cara de «¿otro bocadillito, señor?» en el centro del campo.
Ancelotti, que parece tener el manual de excusas al alcance de su bolsillo, lo achacó al cansancio y la mala suerte. Aunque a este paso, necesitarían una transfusión de triple espresso en vena para despertar del letargo. Con más derrotas que un crupier en malamuerte y un ataque que echa de menos los cohetes de Mbappé y Bellingham, parece que al Madrid le trajeron las pilas de una bicicleta estática, porque está tal y como empezó el curso: al ralentí. ¡Ay, si la energía solar del Bernabéu pudiera cargar también sus ganas de jugar al fútbol!