¿Un gol, un fuera de juego o un pase sin querer?…
En el Estadio Montjuïc, Raphinha vivió anoche una saga de suspenso digna de una película de Hitchcock. En un giro digno de un thriller de fútbol, el brasileño decidió tirar la alfombra roja a su compañero Cubarsí y apareció en el momento justo para marcar el primer gol del Barcelona. Como si estuviera danzando sobre una cuerda floja del circo, tras esperar el veredicto del VAR, Raphinha cruzó los dedos mientras discutía con su reflejo y sudaba más que un pingüino en el desierto. Al final, el gol fue válido, y el héroe del partido entregó un ramo de disculpas a Cubarsí, quien alegremente lo aceptó diciendo: «Tranqui, colega, vale como pase de la muerte.»
Pero cuando todo parecía haber alcance el clímax, resulta que Raphinha pensaba que el balón acabaría fuera del estadio, rebotando en un satélite y enterrándose en el museo olímpico de Barcelona. ¡Bendita decisión la de lanzarse como un aguerrido Supermán carioca al rescate del balón! Después del monumental deslizamiento de fútbol artístico, Cubarsí no podía estar más feliz; ¡casi le entrega un carné de socio al club «pases accidentales»! Porque, como dice Raphinha, en el campo todas las decisiones son rápidas… y a veces tan confusas que parecen tomadas por fans del Sudoku.
Por si fuera poco, nuestro héroe asegura que en el horizonte, algo más que semifinales asoma, una saga más difícil que encontrar mesas en un café popular. Lanzando más advertencias que un semáforo en rojo, advierte que, aunque la aventura continúa, ¡todavía hay dragones que vencer y goles por marcar! «¡Que nadie se duerma en los laureles porque el próximo partido tiene más tensión que un partido de solteros contra casados!», sentencia Raphinha, haciendo del campo de fútbol su propio escenario de pequeñas batallas épicas. ¡Así, entre declaraciones entrelazadas y rumores de juegos por venir, el Barcelona sigue soñando! Olé y que comience el espectáculo.