Barcelona se enfrenta a un equipo con sueños de grandeza…

Prepárense aficionados del fútbol, porque el Barcelona está a punto de enfrentar una muralla de tanques italianos que haría llorar al Muro de Berlín. Hablamos del Inter de Milán, el equipo que parece tener un contrato vitalicio con la buena suerte y el café expreso. Esta tropa de gladiadores aspira a coronarse con el triplete, un dulce que no prueban desde que Mourinho aún pensaba que los suéteres eran un accesorio. Inzaghi, con la certeza de un adivino barato, ya dijo que tienen los ojos puestos en el pastel completo de títulos. Y vaya si están lanzados, como el plato de pasta que cae por accidente sobre la camisa blanca impoluta.

Con uñas, dientes y tal vez una pizca de aceite de trufa, el Inter ha despachado al Bayer de Múnich como quien se deshace de una pizza sobrante. No contentos con eso, ahora se enfrentan a su primo lejano, el Bolonia, en la Serie A, y después al hermano incómodo, el Milan, en el Derby della Madonna. Para el Barcelona, este equipo rocoso –que hasta Dwayne «La Roca» Johnson querría en su gimnasio– es el reto final antes de llegar al Everest futbolístico: ganar otra Champions. Su portero ha sido más impenetrable que un bunker en tiempos de guerra, dejando a los delanteros con más frustraciones que una cebolla en una fiesta de frutas.

Además, tendrán que lidiar con Lautaro, el goleador que celebra goles como si de un festival de fuegos artificiales se tratase. Ha marcado gol en los últimos cinco encuentros de Champions, sumando ya 8 dianas que bailan como castellers en las gradas. Mientras Guirassy y Raphinha lideran la tabla de goleadores como si estuvieran en las rebajas, el Inter y el Barcelona también compiten en una cerradísima liga doméstica, crujientes como barras de pan recién horneado. ¿Podrá el Barcelona ponerle la guinda a la parada de las semifinales? Solo el tiempo lo dirá. ¡Y qué tiempo, mis amigos del balompié!