La odisea de Camavinga en el minuto 85…
Cuando tienes un plan maestro y los dioses del fútbol deciden jugar a los dados con él, pasan cosas como lo de Ancelotti con Camavinga. El técnico italiano guardaba sus cartas como un hábil tahúr del banquillo, pero al llegar el 85′, la fortuna le hizo un túnel. En un giro dramático que ni el mejor culebrón, el francés se rompió el abductor al chocar con Milla, como si de un superhéroe enfrentándose a su archienemigo se tratara.
Camavinga demostró ser más terco que una mula al intentar trotar de nuevo por el campo, pero el destino, al igual que un árbitro cegato, no quería ser desafiante. Al final, no pudo seguir con su carrera épica; sus piernas lo traicionaron. Coreándose las manos en la cara como si hubiera visto al VAR invalidar su gol perfecto, tuvo que ceder ante el dolor y retirarse al vestuario.
El enfado de Ancelotti fue digno de haber perdido su espresso matutino. Nadie estaba tan decepcionado desde que el inventor del balón oblongó descubrió que no cabía en las porterías. El médico, pobre desafortunado, acabó llevándose el rapapolvo del año mientras que Fede susurraba filosóficamente, «te lo dije, camarada». Adiós al lateral izquierdo soñado, hola a buscar sustituto más urgente que un chorizo en una fogata.