Aficionados se multiplican como gremlins…
El Real Madrid aterrizó en Sevilla con tan buen pie que ni un gato negro osará cruzarles el camino. Cientos de aficionados, tantos como los días de verano, tomaron las calles como si regalaran churros gratis. Y es que, al parecer, todos estos fanáticos decidieron que el hotel NH Collection era el nuevo Santiago Bernabéu. ¡Menuda bienvenida, ni que fueran los Rolling Stones en un último concierto!
Mientras, Ancelotti prepara sus tácticas como un alquimista intentando convertir el agua en vino… ¡de la victoria! Que no vean el conjunto blanco, que llega con un estado de ánimo más irregular que un árbitro en un clásico. Pero atención, porque en las finales los de Ancelotti son como el chocolate: todo el mundo sabe que caerá bien. La misión: desarmar al Barcelona y levantar la Copa en La Cartuja para que hasta los palomos sevillanos los aplaudan con las alas.
Entre tanto, los futbolistas recibiendo ovaciones como si fueran héroes mitológicos, aunque ninguno necesitó calzar sandalias voladoras. Y Ancelotti, ese estratega que podría convencer hasta a una hormiga de cargar con un grano enorme, fue recibido con aplausos que retumbaron hasta en Portugal. La Cartuja será el escenario para ver si los merengues se convierten en los valientes Espartanos del fútbol o en castañas asadas por el fuego azulgrana, porque este partido podría hacer temblar incluso al mismísimo coliseo de Roma.