Fútbol, risas y fair play en la Cartuja…

Hansi Flick está más entusiasmado que un niño en una tienda de caramelos justo antes de la final de la Copa del Rey contra el Real Madrid. No solo planea impresionar con su equipo, sino que también ha preparado su mejor rutina de respeto y admiración para Ancelotti, El Real Madrid y, por supuesto, ese colectivo mágico llamado «árbitros». Porque, claro, tratar bien a los árbitros es casi como cuidar una planta de interior: requiere paciencia, dedicación y una sonrisa a prueba de tarjetas amarillas. Flick está listo para conquistar el título, a menos que los árbitros sólo parpadeen como consecuencia de una alergia al talento del Barça.

El técnico alemán se siente como si estuviera en un episodio de «Los jóvenes y modernos ganadores del fútbol», dispuesto a luchar con un equipo tan joven que se podrían confundir con estudiantes de Erasmus en viaje de estudios. Pero, ojo, que al frente hay un Real Madrid temible, más amenazante que un vendedor ambulante con sus sombreros de copa y zapatillas de boca caliente. Al rugido de 26.000 aficionados, el terreno de la Cartuja se convertirá en un ring de boxeo donde no hay favoritos ni hair-play que valga.

La estrategia de Flick suena tan flexible como bailar «La Macarena» en un crucero, adaptándose al rival como un camaleón en una fiesta de disfraces. Ferran Torres al ataque como delantero principal no es problema para él, a pesar del suspenso en la posición de Lewy. «¡No afecta en nada!», dice Flick, mientras el pequeño prodigio Lamine Yamal, de tan solo 17 años, promete una actuación que dejaría incluso a Messi pidiendo consejos en el arte del «fútbol-increíble-a-temprana-edad». Al final, es todo cuestión de futbol, risas y un fair play mejor que un chiste malo en un domingo por la tarde.