La Copa del Rey como el teatro de los enredos…
La final de la Copa del Rey parecía más una feria de circo que un partido de fútbol. Empezó con Valverde como mago, haciendo desaparecer un penalti más rápido que un conejo en un sombrero. En el minuto 16, con su mano en pleno «vuelo rasante», Ricardo De Burgos Bengoetxea sacó su poder de clarividencia y dijo: ¡No es penalti! Nuestro oráculo del fútbol, Pérez Burrull, afirmó que fue la mejor decisión desde el pan con tomate.
Mientras tanto, en la zona de córners, Ceballos y Cubarsí parecían más dos luchadores en un ring que futbolistas, enredándose como si fueran trenzas de Chiquito de la Calzada. El árbitro decidió que iban empatados en su tira y afloja y que mejor seguir el partido. Pérez Burrull comentó que era más difícil decidir qué pedir en el menú que no sancionar esa jugada.
Y llega el turno de los héroes caídos, con De Jong deslizándose por el césped cual torpedo torpe, derribando a Mbappé. El árbitro, en lugar de rojas, repartió amarillas como si fueran caramelos en la cabalgata de Reyes. Finalmente, Asencio y Raphinha protagonizaron su propia telenovela: confusión en el VAR, drama en el césped. Pérez Burrull insistió que debía ser penalti, pero el show terminó con un merecido 3-2 para el Barcelona, ganando otro título para su vitrina en La Cartuja, que desde entonces se confunde con un almacén de copas.