El derby de las quejas y las histerias…

En la final de Copa del Rey, el estadio parecía un campo de batalla verbal digno de una novela de ciencia ficción, con Carvajal y Bellingham a la cabeza del escuadrón protestón. Las cámaras no daban abasto con la cascada de quejas lanzadas sobre De Burgos Bengoechea, que se las agenciaba de lo lindo, como si fuera el único bañista en una playa llena de ballenas furiosas.

A Bellingham, conocidillo ya por su famosa frase de ‘él que no se entere que se pire’, parecía que el árbitro le debía hasta el desayuno. ‘Es una locura’, decía en pleno cespedón mientras le salían los mofletes con ganas de independencia: «Todo es para el Barça, ¡todo!», le espetaba, como si de una receta de paella sin arroz se tratase. Y por el túnel, su voz seguía, como un despertador que nunca se apaga.

Y desde la grada, la lírica española de Carvajal no tuvo desperdicio. ¡Menudo recital poético! Rodeado de Militao y compañía, ¡es que parecía el director de circo de la queja gratuita! Un partido que sin duda será recordado como el duelo en el que la lengua fue la protagonista, mientras los balones jugaban al escondite entre discusión y discusión.