Inzaghi, el técnico tan emocionado como un hincha…

Había una vez en el fútbol, un técnico llamado Inzaghi que, tras asistir a un partido por todo lo alto, parecía más un poeta enamorado que un entrenador de élite. Con una sonrisa de oreja a oreja, declaró que su equipo había sobrevivido al ataque del «equipo ofensivamente más bonito del mundo», y aunque el marcador parecía escrita por un guionista de telenovela, Inzaghi estaba tan orgulloso que hubiéramos jurado que le asomaban lágrimas de cocodrilo de pura emoción.

Pero el espectáculo no era solo eso, no Señor, era el debut de la estrella de los cuentos de hadas, Lamine Yamal, ¡un prodigio que surge una vez cada 50 años! Inzaghi estaba tan impresionado que aseguró haber visto esa misma magia la primera vez que probó la pizza margarita. «Doblamos las marcas, las triplicamos y aun así, el chico nos volvía locos», confesó. Uno imagina que si los defensas hubieran tenido sombreros, los habrían arrojado al suelo en señal de derrota. Todos hacían lo que podían menos bailar la macarena.

Y por si el mágico Lamine no fuera suficiente, Inzaghi batallaba con la ausencia de su supercapitán Lautaro. «Es difícil», se lamentaba, «como intentar morderse el codo». En una temporada hecha a base de tortillas de sufrimientos y alegrías, Inzaghi gasta bromas sobre sus jugadores, sin olvidar que en cualquier momento podría necesitar más polvos mágicos para sobrevivir en la selva que es la Champions. ¡Y todo esto, antes del desayuno!