¿Predicciones o puro teatro futbolístico?…
En Sevilla, Lamine Yamal sacó sus gafas de sol, versión «¡Soy el Nostradamus del balompié!». Con tono de mago en escena y actitud de superhéroe animado, le dijo a Araújo que si los madridistas metían uno, ellos meterían dos. Que si dos, pues ¿por qué no tres? Todo parecía sacado de una película de animación futbolística, especialmente cuando Koundé, el as del remate in extremis, nos llevó a la prórroga con un toque digno de un videojuego.
Pero una cosa es lucirse en la Copa del Rey y otra resolver los misterios de la Champions League, ese laberinto donde el más mínimo traspié te convierte en caricatura. Los aficionados culés tienen teorías para todos los gustos: algunos rezan a Marciniak, otros culpan a los postes y unos pocos han decidido que hasta las nubes tienen la culpa. ¿Y Araújo? Quizás solo necesitaba un toque maestro de Lamine, como cuando un héroe olvida quitarse la capa.
Conclusión: hasta el manual de Luis Aragonés reconocería que el más genial de los locos puede crear maravillas impensables. En Múnich, el reloj se paró con Frattesi gritando golazos, el Barça aprendió que hasta las remontadas tienen fecha de caducidad y que el espíritu profético de Lamine Yamal debería incluir advertencias sobre noches malas… y gafas oscuras adicionales.