Cuando ser defensa es como tocar en una filarmónica…
La semifinal entre el Inter de Milán y el FC Barcelona fue como un capítulo de una telenovela: llena de giros inesperados. La defensa del Barça fue el eslabón débil, y Toni Padilla lo comparó con meter a un guitarrista flamenco a tocar Mozart en una filarmónica. La cosa pinta a que Araujo tal vez termine diciendo «¡Hasta la vista, baby!» al Barça si las cosas no cambian, y es que uno no puede pretender tocar Heavy Metal en un concierto de música clásica.
Por otro lado, mientras Marcus Thuram decide si juega mejor de cojo que sin cojeras, Lautaro Martínez, cual pastorcillo herido, nos ofreció una actuación digna de Óscar por dolor sostenido en el jamón, todo aderezado con un gol y penalti que hicieron a sus fans llorar de emoción. ¡Tened cuidado mezclando drama y deporte, que el resultado puede ser adictivo! Y si eso no basta, la faja de vendajes que llevaba era tan grande que podría agarrar un elefante.
Finalmente, la «masterclass» de Simone Inzaghi fue una receta maestra quitada del libro de las abuelas; vamos, que el Inter salió como una pizza perfectamente horneada en la primera parte. Se nota que este entrenador está tan infravalorado como una pizza hawaiana, y a pesar de todo, en los corazones de sus fans, es el verdadero capitano.