Los culés pasean estilos y despedidas…
Imagínate un platillo volador pilotado por Hansi Flick aterrizando en San Mamés, sembrando el caos y el aplauso al mismo tiempo. Así ha sido este Barcelona que, no contento con ganarlo todo menos la lotería de la peña del barrio, se presenta en Bilbao como quien va a comprar churros: tranquilo, pero con un poco de desorden en el bolsillo. Con la victoria en la Supercopa, la Copa y LaLiga en el zurrón, su misión aquí era más social que galáctica: despedidas, abrazos y goles para recordar dónde aparcaron el DeLorean del fútbol.
¡Nada de bostezos, amigos! Ahí estaba Iñaki Peña, el joyero de la sorpresa que, cual tesoro escondido, apareció para hacer su posible adiós memorable. Y qué decir del tridente mágico del Barça, como si Mickey Mouse se convirtiera en Hulk: Lamine Yamal, Lewandowski y Raphinha no se esconden ni debajo de la cama. Lewandowski se quita las telarañas del gol para llegar al cielo de los 100 goles culés, mientras Raphinha celebra su permanencia hasta 2028 como si fuera un fin de año en pleno San Mamés.
Espectaculares fueron los duelos, como si cada jugador fuera un caballero de la mesa redonda enfrentando dragones. Eric García luchando con la tenacidad de un lápiz sin punta contra Nico Williams, y Balde descubriendo que la magia no siempre supera a Maroan. Sin olvidar a Pedri, que en su particular verano descubrió que los pies se le quedaban como Choco Krispies en la leche. Así es el Barça: un cuento inverosímil donde la imaginación dibuja goles en el aire.