Negociaciones y montañas rusas…

En Palma, las calles estaban más impacientes que un tiburón en una piscina infantil porque esperaban a Pablo Torre. El culebrón ha sido más confuso que un partido de fútbol entre abuelas que solo saben jugar bingo. Los directores de Barça y Mallorca se han sentado tantas veces a negociar que ahora son oficialmente socios en un club de lectura.

La llegada de Torre a la isla estuvo más reñida que una final de pasodobles en plena feria. Al parecer, había un club de Champions que casi entreó en el vecindario a ofrecerle churros con chocolate para convencerlo. Pero el prodigio decidió que, a pesar del interés, ningún croissant europeo podría compararse con las ensaimadas mallorquinas. «Fumata blanca», decían los de MARCA, como si la situación fuera una elección papal en la Capilla Sixtina.

Ahora el Barcelona espera sacar un porcentaje jugoso si Torre en el futuro decide unirse al Circo del Sol y deja el fútbol por las acrobacias. Ortells, que insistió más que una suegra con ideas de decoración, finalmente logró firmar al acrobático Torre. El plan es que el cántabro empiece la pretemporada sin perder más tiempo, porque ya saben, las pruebas médicas van a ser tan duras como un entrenamiento con Rocky Balboa.