Confesiones sorprendentes sobre Carrasco, Calderé y más

Cuando se juntan futbolistas de la talla de Julio Alberto y Josep Pedrerol, no falta ni café ni risas en el podcast «El Cafelito de Josep Pedrerol». Resulta que Julio Alberto, el mismo que se hizo famoso no solo por sus pases sino también por sus «trastadas», ha decidido ponernos los pelos de punta con sus anécdotas del FC Barcelona. Y claro, como era de esperar, Lobo Carrasco se llevó la primera «patada», o mejor dicho, ¡la primera carcajada! Porque según Julio, «El Lobo Carrasco era un cabrón». Sí, sí, así lo dijo: sin filtros y entre risas, porque al fin y al cabo, las bromas pesadas también tienen su encanto… o al menos eso dicen.

Pero ojo, que ahí no acaba la cosa. Nuestro querido Julio Alberto no dudó en confesar algunas de las «buenas» que armó junto a su cómplice Marcos Alonso. Para muestra un botón: imaginemos a Calderé, emocionado con su flamante Mercedes 190 blanco, ¡y llegan estos dos caballeros y le dejan el coche hecho un cuadro… rojo! «Cabrones, no me hagáis esto», lloraba Calderé mientras su coche parecía más una ambulancia que un coche de lujo.

Claro está que las anécdotas no solo se quedan en los vestuarios y garajes. Julio Alberto también se puso serio para hablarnos de esos tiempos en los que la fama y el dinero a veces se convertían en una fiesta que perdía el rumbo. «El dinero puede comprar muchas cosas, menos sentido común», podría ser la lección del día. Aunque eso sí, siempre hay tiempo para rectificar e intentar «enamorarse de la vida» en sus palabras.

Y aunque Julio Alberto tuvo días de jerseys en Nueva York y no se dejó seducir por un buen cocido de mamá porque «tenía cosas que hacer» (o comprar…), ahora parece tener claro que no hay placer comparado con el calor del hogar y el amor verdadero. De aquellas fiestas y anécdotas quedan risas y recuerdos, pero sin duda, el mayor aprendizaje es que vivir enamorado de la vida es el gol más grande que podemos marcar.

Así que ya saben, mejor cuiden sus coches y mantengan cerca a los amigos que les pintan la vida de colores… ¡pero no el coche!