Cuando el banquillo parece una montaña rusa…

A veces, ver a Ancelotti en acción es como ver a un equilibrista en un circo: siempre al borde de un resbalón en su línea fina táctica. En su último espectáculo en Heliópolis, el bueno de Carlo decidió dejar en el banquillo a Asencio, como quien guarda el postre más sabroso para después, sin que nadie se explique muy bien por qué.

Las decisiones extrañas no se quedaron ahí. Con sólo dos centrocampistas de verdad en el campo, la estrategia parecía más una partida de ajedrez con piezas imaginarias. Y luego, la famosa «dilación ancelottiana» en los cambios: cualquier día sorprenderá haciendo el primer cambio en la ducha con la toalla puesta.

Pero tampoco vamos a cargar toda la culpa en Ancelotti. El Madrid, con un toque de dramatismo más propio de telenovela que de fútbol, parecía actuar con la energía de un caracol en día de sol. «Vamos a movernos por lo menos por el míster», dirías. Pero nada. Ni un intento.

El Barça, por su parte, hizo lo que mejor sabe: aprovechar al máximo cada oportunidad y sacar brillo a los tres puntos que dejan más nervioso al Madrid que un gato en una fábrica de cohetes. Mientras tanto, Ancelotti sigue rascándose la cabeza. ¡El siguiente capítulo promete!