El cómic inesperado del técnico madridista…

Ancelotti vivió la final como si estuviera junto a Indiana Jones en busca del arca perdida. En la primera mitad, su equipo parecía un grupo de turistas perdidos en una jungla sin mapa, pero en la segunda parte, ¡oh sorpresa!, el Madrid se transformó en una manada de toros de lidia en San Fermín buscando encerrar al rival. Pese a la heroica remontada, terminaron como un grupo de bailarines de ballet enfrentándose a un tren de carga en la prórroga, y el trofeo decidió hacer botellón con los culés.

La táctica del suplemento de Mbappé sería una obra maestra si esto fuera un concurso de cocina y no un partido de fútbol. Lo sacaron a la segunda parte como si fuera el plato fuerte, preparado para cocinar el gol del triunfo, solo que la receta se les quemó. Al final, el pobre Mbappé se quedó con cara de quien descubre que su tarta de cumpleaños es de tofu. Ancelotti defendió que el partido lo tenían más controlado que un taxista en hora punta, pero las cosas se torcieron más que los calcetines en una lavadora.

El partido terminó como si fuera el final de una película de suspense, con el gol mal comunicado que parecía sacado de una operación de telefonista confusa. Ancelotti, como héroe derrotado, murmura que en las futuras semanas hablará de su continuidad, mientras se niega a hablar del árbitro como quien se niega a discutir sobre si el helado de menta-chocolate es el peor invento de la humanidad. Entre jugadores exhaustos y misterios sin resolver, toca esperar al siguiente capítulo de esta emocionante y absurda telenovela futbolística.