Cuando los córneres se convierten en pesadillas…

Ayer en Montjuic, los aficionados del Atlético vivieron una montaña rusa de emociones, con más giros y sorpresas de las que encontrarías en el parque de atracciones. La noche que prometía ser épica por los cinco minutos de magia rojiblanca, cortesía de Julián y Griezmann, se tiñó de comedia pastelera: dos goles del Barça a balón parado hicieron del gran chiste de la noche. ¡Lo único que faltaba era que Messi regresara para rematar la faena!

Los expertos dicen que cuando dos cornes se cuelan en la portería es para pensarlo… o reírse, como hizo el Camp Nou. Raphinha, convertido en maestro de ceremonias de los saques de esquina, envió pelotas a Cubarsí e Íñigo, quienes simplemente saludaron al balón antes de que descansara en la red rojiblanca. Tal fue la confusión, que Simeone terminó analizando todo con esa mirada que solo un tango triste podría igualar: «¡Qué nos metan dos goles a balón parado! Pues eso molesta más que el vecino tocando el saxo a las cinco de la mañana», comentó, algo así, el querido Cholo.

Curiosamente, los rojiblancos se levantaron más rápido que después de una cena pesada. Si bien Barrios y Marcos parecieron tener la cabeza en las nubes durante los córners fatídicos, ambos decidieron ponerse las pilas después. Llorente, con su habilidad de recordar que patear una pelota es en realidad su trabajo, firmó el 4-3 para poner a los cardíacos atléticos a peligrar entre la emoción y la angustia.

Al menos, el gran lunar de la noche sirvió para recordar que el Atlético no era una muralla china contra los córneres, hasta que Montjuic les enseñó que los golpes de cabeza no eran exclusivo de los luchadores de WWE. Lo cierto es que, para los colchoneros, la noche acabó en empate, pero con la lección aprendida: «¡Muchachos, la próxima vez que Raphinha se acerque a la esquina, cuiden sus cabezas!»