¿El Barça podría vencer a un muro de piedra?…
Ay, amigos del balón y la bota tricolor, lo que sucedió en el Meazza fue digno de una saga épica con dragones y castillos. El Barça, nuestro héroe todopoderoso, hizo tambalear las dimensiones del tiempo y espacio metiendo gol tras gol en la semifinal de la Champions. Pero, qué traición cruel del destino, el portero del Inter, Sommer, se alzó en gloria cual Gandalf en su apogeo gritando «¡No pasarás!». Él parece tener más brazos que un pulpo enfrascado en una pelea de pulseras, atajando balones como si fueran moscas molestas.
En un giro argumental digno del mejor telenovela, el Barça se despidió de la Champions, pero no sin haber plantado cara como un león enjaulado ante Sommer. Al loro, que ahora les toca otro guardián del castillo: Courtois, el belga cuyo acento es tan incomprensible como sus paradas heroicas. Ya previamente estrujado por los culés y con ocho goles colados como confeti de cumpleaños, Courtois vuelve al ojo del huracán ante una artillería barcelonista que lanza disparos como confundir críticas al VAR en Twitter.
Imagina la presión, Courtois arrastrándose con un enorme cartel de «Abierto todo el día» en el Bernabéu, esperando que Lamine Yamal y compañía no traten de usarlo de diana. Y mientras Barcelona lleva los artilleros y la munición, los aficionados cruzan los dedos y fríen palomitas para lo que puede ser un partido con más giros que a una montaña rusa. Olé, esas jugadas prometen el mejor espectáculo desde la invención del fútbol y las vuvuzelas.