¡Un paso más cerca del codiciado trofeo!…

Ousmane Dembélé, la nueva estrella del fútbol que va camino a convertirse en leyenda, ha dejado a las madrileños boquiabiertos con su último espectáculo en las semifinas del Mundial de Clubes. Fue como ver a un unicornio con botas, deslizarse por el campo asegurándose de que el Balón de Oro 2025 sea casi tan suyo como ese calcetín rebelde que insiste en perderse en la lavadora. Entre lesiones y pantalones cortos, el francés se ha metido en la órbita del prestigioso galardón, solo falta que consiga hacerse con una escoba voladora y lo atrape de un salto.

Con una lista de títulos que parece infinita, Dembélé continúa añadiendo trofeos a su colección como si fuera un dragón de la fortuna acumulando oro en su cueva. Campeón de Champions, Ligue 1, Copa de Francia y Supercopa, sumado a 35 goles y 15 asistencias, Dembélé es una máquina de generar momentos dignos de videojuego. Incluso consiguió un golito ante el Real Madrid, una de las pocas cosas que suenan tan dulces como un gol de chilena en el último minuto.

Luis Enrique, que sigue viendo los premios individuales como una pepita de cereza en el pastel, tuvo que alabar a su estrella pese a su alergia a los premios dorados. Lo que pasa es que negar la calidad de Dembélé sería como intentar tapar el sol con un dedo. Mientras tanto, Lamine Yamal, en su intento por alcanzar a Dembélé, sueña con pijamas de oro en sus noches. Todavía quedan partidos por jugar y sorpresas por ver, pero si algo parece claro es que Dembélé, más allá de los títulos, ya es el ejemplo claro de la felicidad en el terreno de juego.