Cuando el fútbol es un show del antifútbol…

En Butarque tuvimos un partido digno de ser guion de una sitcom, de esas que emiten a las tres de la madrugada. Eso de ganar sin dar un palo al agua es un don que está al alcance de muy pocos, ¡y el Barça lo tiene dominado! Ni Liga, ni Champions, ni Copa, el espectáculo está en ver cómo Lewandowski juega al escondite y Raphinha busca su GPS perdido en el campo. Afortunadamente, a veces el partido se gana con más suerte que arte, como cuando Jorge Sáenz decidió convertirse en el duodécimo azulgrana y marcó en su propia portería.

El FC Barcelona, en lugar de ser un equipo de fútbol, bien podría ser una obra de teatro donde los protagonistas se olvidaron sus líneas. Araujo fue una estrella del rock con su guitarra pero sin saber tocarla, mientras De Jong entró para recordarnos que el libreto decía algo de ‘atacar’ en algún momento. El Leganés jugó al fútbol de verdad, como si quisieran demostrar que sí entienden estas normas complicadas.

Y mientras tanto, Szczesny fue el mago que salió de la chistera azulgrana para parar al Leganés, haciendo de muralla polaca en los momentos críticos. Por su parte, Dmitrovic demostró que, aunque a veces no se puede con todo, es el único en LaLiga ante el que el Barça se queda con cero goles a su favor. Así que, entre un parchís futbolístico y un chequeo de cardiología para los culés, se nos fue un partido de los que enseñan lo que de verdad queremos evitar: caer en un letargo de remates fallidos bajo el cielo de Butarque.