La maldición del entrenador alemán…

En Barcelona, traer un técnico alemán es como invitar a Drácula a un buffet libre de ajos. Cuando Hennes Weisweiler aterrizó en el Barça, no sabía que además del contrato, le entregaron un boleto para un mano a mano con Cruyff, el holandés divino con más trucos que un mago en una fiesta infantil. ¡Casi venció hasta la ley de la gravedad con su fútbol! Esa batalla fue como ver a Don Quijote desafiar a un molino de viento que también es genio de las matemáticas.

Por si esto no fuera suficiente, después llegó Udo Lattek, que parecía tener más paciencia que un koala haciendo yoga, porque convivió con Maradona. A Lattek le tocó bailar con más serpientes que Indiana Jones en una excursión a Egipto. Intentar dirigir en esa época era parecido a tratar de enseñarle a un gato a jugar al ajedrez: un reto casi imposible y con muchas probabilidades de ser arañado.

Ahora es el turno de Hansi Flick y su misión épica de superar estos desafíos, tal vez invocando a todos los dioses futbolísticos y cruzando los dedos como si intentara jugar al Twister. La pregunta es: ¿terminará él también preparando tatuajes de ‘nunca más’ en catalán? Solo el tiempo y quizás un par de goles nos lo dirán.