Dramas, dilemas y una tarjeta amarilla…

¡Ah, el fútbol! Ese glorioso espectáculo donde un penalti en el minuto 96 parece más drama que la final de una telenovela brasileña. En un giro de argumento digno de un guion de trama y misterio, Raphinha y Asencio protagonizaron la escena cumbre de la obra futbolística. Solo faltaban los caballos al galope cuando De Burgos Bengoechea, nuestro árbitro estrella, señaló penalti con más determinación que un gato persiguiendo una bola de lana.

Pero espera, no habíamos contado con la aparición sorpresa de González Fuertes desde la batcueva del VAR. Con una sabiduría superior, tan mística como la tortilla de patatas bien hecha, interrumpió al colegiado. Imagínate a un sabio anciano llamando a su joven aprendiz. «De Burgos, por favor, acércate al monitor, ¡que aquí pasa algo raro!», le dijo como si le estuviera contando un secreto de la humanidad.

Y ahí estaba la verdad justa y divina: ¡no hubo contacto! Ni la pierna izquierda, ni la derecha, ni una chispa de magia. Raphinha, desconsolado como cuando te encuentras un donut sin relleno, se llevó no solo el drama de quedar sin penalti, sino también una tarjeta amarilla. ¡Menuda historia para contar en las crónicas futuras! Porque, al final, esto es fútbol, la comedia del deporte donde todo puede pasar… excepto quizás que los árbitros cambien de opinión sin el VAR.