El árbitro: ¿maléfico o de otra galaxia?…

Nuestro ilustre Eric García, el caballero templario del Barcelona, levantó la voz como un aficionado tras una derrota en el FIFA, pero con más clase. Aclara mientras suena de fondo una banda sonora de drama: «Esto fue como una tarta que se cae justo antes de sacarla del horno». Se mordía la lengua más que un bebé con chupete, evitando hablar largo y tendido del árbitro, a quien culpa de mil tragedias futbolísticas mientras el equipo rival destapaba una jarra de chistes malos. A pesar de todo, el señor García veía el vaso medio lleno y, por alguna razón mística, encontramos orgullo en este valle de lágrimas azulgranas.

En la tierra prometida de Giuseppe Meazza –o restaurante tres estrellas Michelin, dependiendo a quién le preguntes–, Eric García afirmaba con elocuencia astral que las visitas a esta sede tienen más misterio que intentar explicar física cuántica con un café de madrugada. «Siempre hay algo, como si el estadio en sí conspirara con el árbitro para escribir un guion de telenovela», sentencia, sin olvidar que los siete goles en contra hacen más ruido que una banda de rock en el desierto. Suena un violín imaginario mientras asegura que su cruzada continúa ahora en LaLiga.

Por el amor a la pelota, Eric insiste en que los deslices en la cancha son como las casualidades de la vida: surgen una y otra vez dependiendo de cómo estés de pie. Sin embargo, reflexionó con la sabiduría de un sabio Jedi que el equipo aún tiene madera para hacer una biblioteca entera. Mientras tanto, el clásico del domingo aguarda. Porque, sí señores, el Barcelona ha superado expectativas, como si ganar LaLiga fuese el regalo sorpresa en una caja de cereales. Según él, estén tranquilos, que el equipo sale de este atolladero tan fortalecido como Quijote luego de confundir molinos con gigantes.