El penalti de la discordia y el escupitajo volador…

Imagina a Marciniak, el árbitro, transformado en un chef de pizzas voladoras mientras señala un penalti en el minuto cuarenta y cuatro. ¿Por qué? Porque el mago turco, Calhanoglu, estaba a punto de lanzar su hechizo de balón desde los once metros. Cubarsí intentó hacer un truco de magia para desaparecer la pelota, pero terminó como un ilusionista torpe, metiendo la pata, literalmente. Lautaro, con su maestría digna de película, consiguió engañar a medio estadio y el VAR tampoco quiso perdérselo.

Entre encajes de burla y sonrisilla, Iñigo Martínez trató de distraer al mago turco Calhanoglu antes del penalti crítico. Pero nuestro turco no se agitó y la metió donde el portero Szczesny no ve ni en su mejor sueño de fútbol. Como si de una novela de detectives a lo Sherlock Holmes se tratara, Acerbi apuntó en su cuaderno «acción comprometida: escupitajo alert!» e inició su misión de venganza futbolística.

El italiano acróbata, Acerbi, se transformó en un torbellino en busca de Iñigo. Y en medio de la danza del escupitajo, los compis de equipo formaron un círculo alrededor suyo como curiosos mirando un truco de feria. Tras el ruido y caos, Marciniak, al estilo DJ, tocó su auricular, pero el espectáculo se retiró a vestuarios dejando al público con más preguntas que respuestas. Como una serie de televisión, se esperaba una temporada nueva para resolver este lío futbolero.