Un tiburón con botas de fútbol…
¡Atención atención! Llega la nueva comedia del año: «El tiburón que juega al fútbol y no es ni un tiburón ni es Bond, James Bond». Nuestro protagonista, Ferran Torres, ha demostrado que su temple no es de este planeta. Con una mentalidad más dura que la cremallera de un submarino, superó su propia telenovela, desde Valencia a Manchester, hasta aterrizar en Barcelona. Su mente es como un superordenador, capaz de calcular la trayectoria de la pelota en milésimas de segundo. ¡Quién necesita un GPS teniendo a Ferran en el campo!
En una jugada que bien podría ser coreografiada por Cirque du Soleil, Pedri, Raphinha y Ferran montaron un espectáculo que dejó al portero Sommer con la misma expresión que un pato en un garaje. Ferran llegó como un misil tierra-aire, directo al balón y a la red. Aunque más de uno hizo un meme sobre él, Ferran lanzó un contraataque digno de una película de acción: silencioso, trabajando día y noche, y demostrando que su olfato goleador es imbatible. ¡Ni el ratón de Ratatouille huele así de bien!
Dicen por ahí que incluso Robert Lewandowski tiembla de miedo, preguntándose si Ferran se habrá convertido en un terminator del área. Y Pablo Parra, al borde de un ataque de nervios, ya imagina a Ferran encabezando la alineación de España en una hipotética final mundialista. Alguien que lo ha visto todo y ha vuelto de las sombras para triunfar merece su propia estatua en el Camp Nou, o al menos un bocadillo con su nombre en el bar de la esquina. ¡Bravo, Ferran, sigue rugiendo!