Trofeos, bailes y locura culé…
¡Paren las rotativas! La discoteca Luz de Gas no fue escenario de una simple fiesta, sino más bien de una explosión de júbilo barcelonista digna de una ceremonia de Óscar. El presidente del F.C. Barcelona, Joan ‘El Magnífico’ Laporta, apareció como un auténtico rockstar, flanqueado por los trofeos ganados y dejando un rastro de seguidores extasiados que ni los Beatles en sus mejores tiempos hubieran imaginado.
Era la 01:30 de la madrugada cuando Laporta y su alegre séquito, armados con las copas, entraron triunfantes en la discoteca, desatando una oleada de ovaciones digna de finalísima mundial. Los presentes aplaudían como si les pagaran en oro puro, mientras Laporta se pavoneaba al estilo del mismísimo rey Midas. Aseguró que esta victoria fue como ganarle un duelo de ajedrez a un pulpo sobre un monociclo, hablando de desestabilizaciones épicas.
Con la emoción a flor de piel, Laporta no se olvidó del niño prodigio Lamine Yamal, describiéndolo como si fuera el Harry Potter del fútbol: un hombre que no solo sabe cómo hacer magia en el campo, sino que además transforma cada pase en música para las orejas futboleras. Podríamos decir que este equipo es como una orquesta sinfónica dirigida por un DJ que además sabe cocinar sushi. Toda una temporada que es ya, según Laporta, un capítulo legendario grabado en piedra… o al menos en confeti.