El empate se convierte en una pieza de coleccionista…

En un grotesco espectáculo de empates, el Barcelona se topó con el Betis, que parecía más un tanque blindado que un equipo de fútbol. Los azulgranas esperaban devorar al rival, pero se quedaron con hambre de victoria y un punto que sabe a galleta de la fortuna. Desde la alta montaña de Montjuïc observaron cómo el Real Madrid tropezaba, solo para replicar con estilo propio, cual acróbata en un circo de tres pistas.

El entrenador del Barcelona, Flick, ejerció de pensador zen, vendiendo optimismo por metro cuadrado y repartiendo puntos de luz como si fuera el CEO de una empresa de energía solar. «Chicos, un partido menos, una sonrisa más», dijo mientras repartía autógrafos con forma de churros. Su misión: que el equipo no desinfle sus neumáticos de moral antes de estrellarse contra el Borussia Dortmund. En esta comedia de error y superación, no hay tiempo para teatrales desplomes en el sofá.

Así que con el Borussia en el horizonte cercano, Flick ya ha pedido un cargamento extra de vitamina C para sus jugadores. ¡Jugadores veraniegos en pleno invierno! Con el enfado de Raphinha más ardiente que la mismísima salsa brava, el Barcelona debe afilar sus garras y saltar al campo en plan gacela-chita. ¡Atención Alemania, que Montjuïc se convierte en la nueva jungla catalana!