Barcelona baila a ritmo de Milán en Montjuïc…
Hansi Flick, el entrenador del Barça que ha dejado el mundo del fútbol más perplejo que un pingüino en un desierto, analiza con calma tranquila su victoria sobre el Real Madrid. «No nos sentimos campeones todavía», declara, como si fueran expertos en no alzar las campanas al vuelo o en encontrar billetes de 5 euros en el sofá. Con todo, la remontada tras ir perdiendo 0-2 era digna de un guion de cine con momentos más tensos que un pez fuera del agua.
El avión culé parece ir a toda velocidad, aunque Flick sigue viendo agujeros en las alas. «Hay que mejorar la defensa», grita, como el profe de mates cuando pides plumas al volante. Después de bailar sin parar en Milán, las piernas de los jugadores están más cansadas que después de cavar un pozo en medio del desierto. Ferran y Lewandowski, entretanto, continúan destacando en el campo como si compitieran en un show de talentos.
El ambiente en la banda es una mezcla de nervios y emoción que haría parecer cualquier telenovela como un concurso de ortografía. Pero Flick, cual director de orquesta, tiene en sus manos un equipo que podría tocar música celeste… si no fuera por esos pequeños detalles defensivos que hacen que el entrenador sienta como si le faltaran tres puntos para ganar una partida de ajedrez. ¡Y eso que están casi al borde del título! El futuro es brillante, porque, como Flick dice, «nos faltan tres puntitos y todos nos quieren ganar», cual queso gruyere esperando para coronar la pizza perfecta.