Inzaghi persigue al joven prodigio…

Simone Inzaghi está más estresado que un árbitro en un derbi después de conocer a Lamine Yamal. Dice que es como si cada 50 años cayera del cielo un Messi chiquito y el joven le hizo un hueco en su lista de pesadillas justo después de las tardes en IKEA. Lo intentó todo: doble marcaje, triple marcaje… lo llamaremos el marcaje matrioska. Pero Lamine, que podría regatear hasta a un tiburón, no se dejó intimidar. Inzaghi ya le está dedicando suficientes hombres como para montar un equipo de balonmano desde la ida, y se plantea contratar más.

Lamine calentó banquillo contra el Valladolid para llegar fresco al infierno del Giuseppe Meazza y vaya si rindió. Se convirtió en el tornado que desmontó el precario castillo de naipes del Inter. Bastoni y compañía lo persiguieron como si estuvieran cazando pokémons, pero el chico de 17 años los dejó plantados cada vez. Es como si llevara ruedas de Ferrari escondidas en las botas. Frente a un ejército de defensas, su talento es un desfile de ingenio y habilidad que deja boquiabierto hasta al más ferviente interista.

El joven ya ha partido varios récords en Champions antes de ser un adulto legal (¡válgame Octavio el Pulpo!), y allí va Inzaghi, desmayándose emocionalmente delante de la tele cada vez que Lamine toca la pelota. Este martes, todos los ojos estarán en el jovencito. Quizás esta vez veamos a Inzaghi en el campo con un bloqueador de WiFi, a ver si así el balón deja de buscar los pies de Yamal, porque incluso la Champions está comprando entradas para ver el espectáculo.