El vendaje mágico que desafió a los médicos…

Imaginen, queridos portadores de bufandas y vinchas, un cómic donde el héroe lleva una cinta en la cabeza y calza botas de fútbol. Ese es Lautaro Martínez, el Gladiador de Milán, que decidió desafiar las leyes de la biomecánica humana, el sentido común y hasta a su mamá, solo para ser el rey del Giuseppe Meazza ante el Barça. La historia comienza con un error garrafal digno de las aventuras de Oliver y Benji pero con menos viento en el campo. El Inter lo aprovechó como quien encuentra cinco euros en un pantalón viejo, todo para que el caballero Lautaro anotara un gol que hizo temblar los cimientos de Milán.

Antes del gran día, Lautaro sostenía un debate ferviente, casi filosófico, con su propia pierna: «Te duele, pero no te preocupes, que para socorrer al equipo, ¡te vendaré como una momia!». Las mamás en casa lloraban y mandaban whatsapps precavidos, pero Lautaro ya estaba en modo titán, convencido de que nada para hacer más épico el relato que jugársela, sin importar que su pladur muscular sirviera más para hacer ruido que para correr durante una lesión que los doctores definieron como «imposible para la vida terrestre».

Al saltar al campo, no sabíamos si veríamos a una estrella de rock en una gira épica o a un cómico haciendo malabares. Pero allí estaba, el número 10, moviéndose con la filosofía del «Si no se puede, se intenta igual». Jugó 60 minutos como quien corre una maratón con una piedrecita en el zapato… pero ni la lesión evitó que fabricara oportunidades cruciales. Y así fue como Lautaro superó su épico duelo, dejando al Barça tocado y hundido. Ahora vuelta al taller de Kriptonita para prepararse para la batalla de Múnich. ¡Nuestros héroes no descansan!