Un fichaje con más giros que un culebrón…
El extraordinario fichaje de Nico Williams por el Barça está más lleno de intriga que un episodio de detectives. En el Camp Nou, la semana pasada, se escuchó el «chan chan» de un giro inesperado como si de una telenovela se tratase. Resulta que el agente de nuestro intrépido Nico pidió seguridades, justo como si estuviera alquilando una casa supuestamente embrujada y no quisiera sorpresas. ¡Nadie esperaba este revés! El Barça casi se puso a tocar la corneta y, por poco, a sacudir la alfombra roja.
Y, claro, en Can Barça algunos directivos tosieron tanto de asombro que casi les salen topos del campo. La situación se complicó cuando la fantasía de verano de Nico empezó a parecerse más a un caleidoscopio de problemas que al sueño tranquilo de contar ovejas. Para avivar más la salsa picante del plato, Laporta, sin decir nombres, aseguró que los billetes estaban bien contados para fichar a alguien, pero ese alguien parecía más anónimo que un muñeco de cera en una feria de pueblo. Los billetes de Nico, esos 58 millones, aún no están visibles en un cartel luminoso en Las Vegas.
Mientras tanto, en el universo paralelo del Barça, aseguran que, como cantaría Shakira, «todo estaba pasando y que todo estaría en su lugar». Lo decían poniendo en la balanza el fichaje de Dani Olmo y Pau Víctor, como si fueran los ganadores en un concurso de pasteles y Nico, el juez del gran certamen. Pero nuestro Nico va de mirón en una fiesta que no termina de verle como invitado. Con los directivos cruzando dedos en Yeda y sueños de inscripción en mangas de camisa, parece que la diosa cláusula aún no ha dado su bendición celestial al extremo más popular de los rumores futbolísticos.