El arte de empujar a tu capitán mientras meditas…

En el partido Barcelona contra Betis, la estrella fue Raphinha o, mejor dicho, su destreza para la meditación agresiva. ¡Qué zen! Solo que cuando le dicen «tranquilo», él lo interpreta como un grito de batalla. Al finalizar el partido, decidió que el árbitro y el juez de línea necesitaban una clase intensiva de control emocional impartida por él mismo. Dicen que su nuevo saludo es «tú no me mandas callar» dicho con una mezcla entre zen y karate kid. Palabras amables que seguramente pretende registrar como nuevo mantra futbolero.

Cuando su sabia filosofía no fue apreciada, Hansi Flick, el pacificador de futbolistas del Barcelona, trató de calmarlo. ¡No te acerques mucho, Hansi! Raphinha seguía decidido a lograr la medalla olímpica en lanzamiento de empujones con Ter Stegen como su desafortunado receptor. Sin duda, un gesto tan elegante como un elefante en una cristalería. Ter Stegen jamás pensó que ponerse una camiseta de capitán le diera poderes para detener huracanes brasileños, pero parece que la próxima vez llevará un chaleco antibalas.

Raphinha debe aprender que lo de ganar no es tan literal ni es motivo para ejercicios físicos intensivos que implican a compañeros de equipo. El impulso emocional, señores, cortaba el aire como un cuchillo caliente en mantequilla, pero Flick, el nuevo Dalai Lama del Nou Camp, buscó tranquilizar las aguas. Así que, amigos, recordemos esta sabiduría: mejor canalizar la energía corriendo hacia el podio en lugar de lanzarla como un torpedo hacia el amado capitán.