El brasileño convierte el campo en la pista de un carnaval…
¡Montjuïc tembló más que un flan sin cuajar! El Barça, al borde del colapso tras un golazo de Borja Iglesias que parecía haberle tragado en un agujero negro, resucitó como el Ave Fénix gracias a Raphinha, quien se transformó en una especie de Thor brasileño, blandiendo su bota como si fuera el martillo de los dioses del fútbol.
El Celta, que se había puesto 1-3 y creía que tenía el partido en el bolsillo, vio su fortuna cambiar cuando Raphinha dijo «Samba aquí, samba allá» y asistió un gol más rápido que una carrera de Usain Bolt a Dani Olmo, transformando el juego en un festival de goles. El público no sabía si aplaudir o sacar maracas. Después, cual Houdini del balón, marcó otro gol para empatarlos como si se tratara de pegatinas de un álbum. ¿Y el toque final? Un penalti en el último suspiro, culminando su espectáculo futbolístico como un mago del carnaval.
Pero espérate, que no se quedó ahí. Nuestro héroe brasileño tuvo un pequeño altercado con Iago Aspas, quien intentó ralentizar el tiempo más que cualquier operador de tráfico en hora punta. Raphinha, en un acto digno del «Ojo del Tigre», le recriminó con vehemencia lo que parecía una estrategia de tortuga. El árbitro Melero López pensó que aquello era digno de una tarjeta y, aunque la cosa no llegó a mayores, nos recordó a todos que el fútbol es más entretenido con un poco de teatro.