¡De genio a genio y tiro porque me toca!…
El incombustible Ronaldinho se negó a caer en la trampa de la moda retro y decidió que él es como los pantalones campana: siempre vuelve. Aunque sus regates picassianos ahora solo se ven en conciertos de air guitar en la ducha, su sonrisa sigue siendo capaz de encender la Ciudad de las Estrellas, y lo demostró en el partido improbable en Tbilisi. Miles de georgianos, a quienes no se les veía tan emocionados desde la última venta de queso sulguni, se congregaron para verlo cambiar los años por más años, todo gracias a un evento de Sports Orient, donde los Legends del Barça son los superhéroes multicolor de los balones oxidados.
Nadie se atrevió a pedir selfies sin su icónica sonrisa. El brasileño podría vender electricidad solo con mostrar los dientes y cobraría media factura de luz. Ronaldinho, siempre listo para sacarse una carta bajo la manga -y no literalmente ni de su camiseta-, dejó caer en la entrevista que su historia con Messi es solo el primer episodio. «Ahora es el turno de Lamine Yamal para conquistar el Everest del fútbol, aunque es posible que con tanto kilometraje los sherpas vayan por delante», bromeó mientras ajustaba su peinado afro-nostálgico.
Ronaldinho, siempre que no está viendo cómo el sol se pone sobre París o comiendo una feijoada mientras juega un truco, dice que observa en Yamal destellos de la antigua magia y que hará sus maletas lleno de orgullo para verle, quizás con una camiseta del Barça en una mano y un balón en la otra. Haciendo gala de su inglés macarrónico que haría ruborizar a Shakespeare, terminó el encuentro diciendo que este chico les hará creer a los charrúas que el Barcelona fichó a Flash ¡y no lo han puesto en el videojuego aún!