El enigma del interruptor carcelario…

En un giro tan inesperado como que el Real Madrid fiche a un jugador del Getafe, Sandro Rosell ha desenterrado su espátula metafórica para seguir escarbando en el misterioso affair judicial que lo tuvo dos años a la sombra. En una entrevista con ABC, Rosell declara con esa intensidad que solo tiene un aficionado al Barça, que luchará como un león culé en un campo de lechugas por desvelar quién fue el genio del mal que apretó el botón rojo para su estancia en la cárcel. Según él, este crujir de látigo judicial fue orquestado por la entonces jueza Carmen Lamela, a quien Rosell acusa de ser más torpe que un defensa que marca en propia. ¡Qué monologue soy, Carmen!

Rosell, en un arrebato de sinceridad digno de un futbolista reconociendo un piscinazo, exige que los 232.000 euros de indemnización, que podría ser más pero que ya le parece un dineral para la humanidad, salgan del bolsillo de Lamela. Según él, es absurdo que los españoles paguen el precio de un error tan colosal como poner el Camp Nou de talonario para fichar a la suegra de un jugador. «Es algo que no se puede soportar ni con mil tapones para los oídos», vocifera con razón.

Pero Rosell no se detiene allí cual árbitro dando por finalizado el partido en el minuto 89. Jura que seguirá batallando, combatiendo, cavando y hasta escarbando como un topo agujereando la cancha, para saber quién, en nombre de todos los botones rojos del universo, tuvo la ocurrencia de dejarlo sin libertad. Con la urgencia de quien tiene el estadio lleno de rivales, Rosell se atreve a lidiar con lo más oscuro del sistema, esas cloacas que según él, podrían hacer tambalear hasta los cimientos de la mismísima Champions League. No planea descansar hasta vislumbrar el rostro de quien, en una treta más enrevesada que una peli de espías, le envió tras los barrotes. ¡Toda una novela que ni Sherlock Holmes podría resolver!