El jefe de la portería y las lesiones…
¡Paren las rotativas! Marc-André ter Stegen, conocido por detener balones con la elegancia de un gato ninja en acción, ha decidido pasar por el quirófano para arreglarse la espalda. Un momento crítico, sí, pero todo el mundo sabe que el verdadero drama de esta operación es el lío monumental que ha montado en el Barça. Los expertos en La Pizarra de Quintana, que de pizarra tienen más bien poco, dicen que esto es como intentar cortar una pizza con un cuchillo de plástico: ¡imposible soltar masa salarial si la baja es menos de cuatro meses! Esto pinta a que en las oficinas del Camp Nou se ha contado más cuentos que en una reunión de cuentacuentos de colegio.
Por su parte, Ter Stegen, más duro que un roble y peludo como un oso polar, tiene por delante no solo el reto de recuperarse, sino de descubrir cómo volver a estar en la cumbre. Después de tantas lesiones, el pobre hombre debe sentir que compite en una maratón con una pelota atada a cada pie. Mientras tanto, los representantes del club barcelonista más perdidos que un pulpo en un garaje, se llevan las manos a la cabeza pensando en los números y en cómo alcanzar ese equilibrio financiero más escurridizo que una pastilla de jabón mojada.
Y no es solo cuestión de cuentas, amigos, sino también de sueños truncados. Con una operación que coincide con el año del Mundial —la gran fiesta del fútbol—, Ter Stegen ve que sus esperanzas de ser titular en Alemania se complican más que una tarea de álgebra. Y como si el destino le jugara una mala pasada, todo mientras el Barça intenta pintar una sonrisa en su comunicado oficial, diciendo que el regreso será en tres meses, como si en realidad estuvieran hablando de un viaje de vacaciones. ¡Ay, fútbol, cuántas sorpresas nos das cada día!