El golazo de tacón que dejó patinando a Iñigo…

¡Señoras, señores y fans del fútbol converso!, en el minuto equivalente a un parpadeo más rápido que el de un gato ante un ratón, Montjuïc asistió a una obra maestra del arte llamado «gol de tacón iluminado». En exactamente el segundo 31, Marcus Thuram, con la elegancia de un bailarín de ballet sobre el césped, echó Narta a su duda por las molestias y dijo «Turín, aquí estoy». Con el impetu de un Ferrari pidiendo pista, dejó boquiabiertos a todos los culés que habían sujetado la bebida para aplaudir su entrada al campo.

En una carrerilla que ni Sonic el erizo podría igualar, Dumfries le envió un pase que flotaba como si llevara alas incorporadas. Mientras tanto, el bueno de Iñigo Martínez pensaba que el césped era un tobogán de agua y decidió improvisar una caída digna del teatro cómico, dejando a Thuram en modo «¡gracias por despejar el carril!». Con un movimiento que desafía todas las leyes de la física conocidas y por conocer, Thuram envió el balón a la red con el arte y maña de un coreógrafo del Louvre.

El equipo azulgrana, como si de un examen sorpresa se tratara, tuvo que sacar la calculadora de reacciones para remontar semejante sorpresa matutina. Thuram añadió a su colección de tesoros personales esta diana digna de un arqueólogo del área pequeña. Ya es el gol número 18 en su carrera temporada y se ha quedado una eternidad por delante de De Bruyne, que ya se siente un abuelito cuando recuerda aquel gol suyo de los 90 segundos. Aunque no pudo con la bala infernal de Roy Makaay, que sigue tocando los 10.12 segundos con el buen rollo de quien está haciendo un récord para la historia de la visualización repentina.